Hoy en día cerca de 250 millones de niños trabajan en el mundo y más de 150 millones lo hacen en condiciones peligrosas. Adicionalmente, cada año más de 1 millón de estos niños son víctimas de tráfico humano.
La dificultad de
las tareas y las duras condiciones de trabajo crean un gran número de
problemas, como el envejecimiento prematuro, la desnutrición, la depresión o la
drogadicción.
El
trabajo infantil es hoy en día un fenómeno de repercusión mundial y, ningún
país está inmune. La explotación infantil está rigurosamente prohibida por
todas las legislaciones internacionales pero, la dramática realidad muestra que
son millones los niños que trabajan en todo el mundo.
Si las
condiciones laborales de los adultos son en muchas ocasiones nocivas desde el
punto de vista de la seguridad e higiene, para los niños que realizan trabajos
rechazados por los adultos y que son más frágiles físicamente, los efectos son
mucho peores.
Además, el
hecho de trabajar les impide estar escolarizados, así que pierden la posibilidad
de mejorar en un futuro y se perpetúa el círculo de la pobreza.
La
eliminación de la explotación infantil ha sido una de las prioridades de la
Organización de las Naciones Unidas desde sus inicios.
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) de las Naciones Unidas ha basado
su acción en la estipulación de la edad mínima de admisión al empleo como
criterio para definir y reglamentar el trabajo infantil. Además, en 1992 la OIT
creó el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC,
por sus siglas en inglés) una iniciativa de cooperación dedicada exclusivamente
a prevenir y combatir la explotación infantil.
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