domingo, 17 de diciembre de 2017

Revolución Verde

Los orígenes de la llamada Revolución verde hay que buscarlos en la década de los 60, considerando a los alimentos y a la agricultura como la solución ideal para paliar el hambre en el mundo.
Desde 1950 la producción agrícola ha ido aumentando continuamente, a un ritmo que ha superado con creces al muy importante aumento de la población, hasta alcanzar una producción de calorías alimenticias que serían suficientes para toda la humanidad, si estuvieran bien repartidas.
Este incremento se ha conseguido, principalmente, sin poner nuevas tierras en cultivo, sino aumentando el rendimiento por superficie, es decir consiguiendo mayor producción por cada hectárea cultivada. Es lo que se conoce como revolución verde.
El aumento de productividad se ha conseguido con la difusión de nuevas variedades de cultivo de alto rendimiento, unido a nuevas prácticas de cultivo que usan grandes cantidades de fertilizantes, pesticidas y tractores y otra maquinaria pesada.
Algunos de los logros más espectaculares de la revolución verde fueron el desarrollo de variedades de trigo, arroz y maíz con las que se multiplicaba la cantidad de grano que se podía obtener por hectárea. Cuando a lo largo de los años 1960 y 1970 se fueron introduciendo estas mejoras en latinoamérica y Asia, muchos países que hasta entonces habían sido deficitarios en la producción de alimentos pasaron a ser exportadores. Así la India, país que sufría el azote de periódicas hambrunas, pasó a producir suficiente cereal para toda su población; Indonesia que tenía que importar grandes cantidades de arroz se convirtió en país exportador, etc.
Los beneficios traídos por la mejora agrícola de la llamada Revolución Verde son indiscutibles, pero han surgido algunos problemas. Los dos más importantes son los daños ambientales, y la gran cantidad de energía que hay que emplear en este tipo de agricultura
para mover la maquinaria agrícola se precisa combustible, para la fabricación de fertilizantes y pesticidas petróleo, y más combustible para la distribución de alimentos, etc.
además, los productos plaguicidas van a crear plagas cada vez más resistentes.
 la dependencia de los abonos químicos no ayuda al mantenimiento de la fertilidad natural del suelo
Como es fácil de entender la agricultura actual exige fuertes inversiones de capital y un planteamiento empresarial muy alejado del de la agricultura tradicional. De hecho de aquí surgen algunos de los principales problemas de la distribución de alimentos. El problema del hambre es un problema de pobreza. No es que no haya capacidad de producir alimentos suficientes, sino que las personas más pobres del planeta no tienen recursos para adquirirlos.
En la agricultura tradicional, también llamada de subsistencia, la población se alimentaba de lo que se producía en la zona próxima a la que vivía. En el momento actual el mercado es global y enormes cantidades de alimentos se exportan e importan por todo el mundo. 
Para los próximos decenios se prevé que si bien la producción agrícola aumentará más rápidamente que la población mundial, este aumento será más lento que el actual. Esta disminución refleja algunas tendencias positivas. En muchos países la gente come hoy todo lo que desea, por lo que ya no hace falta aumentar la producción. Pero también refleja la triste realidad de centenares de millones de personas que necesitan desesperadamente más alimentos pero que no pueden comprarlos a los precios que animarían a los agricultores a producir más. 
Básicamente, se refiere a la obtención de variedades agrícolas muy productivas, utilizando tecnologías de alto coste.
Una opinión cada vez más extendida es que la Revolución Verde, de la forma en que la hemos ido conociendo en los últimos años, está llegando al final de un ciclo.
Las razones que justifican esta afirmación es que no es posible ampliar más la superficie cultivada (entre otras cosas, por la ausencia del agua suficiente), además de que las variedades que cultivo que han sustentado esta Revolución, se encuentran ya al límite de su productividad.
El esfuerzo que hemos de hacer es incrementar la productividad por medios diferentes, además de preservar la viabilidad de los ecosistemas, y la protección al medio ambiente. Para todo ello, la innovación tecnológica será la clave.
Objetivos de la nueva Revolución verde
Entre las metas que la agricultura del siglo XXI debe alcanzar, está el desarrollo de nuevas técnicas de cultivo, con más eficiencia en el uso de agua, la generación de plantaciones resistentes a la sequía, a las plagas, a la salinidad, con mejores cualidades nutritivas y cada vez menos dependientes de los productos agroquímicos.
Otro aporte muy interesante sería el desarrollo de plantas que pudiesen crecer en suelos ácidos y con metales, así como aminorar las pérdidas pos-cosecha, e incrementar las mejoras en la calidad del producto, tanto fresco, como procesado.
Las prácticas agrícolas deben ser menos dañinas y agresivas, con un eficiente aprovechamiento del agua, menores necesidades de labores, y con una mayor precisión de estas.







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